lunes, 17 de agosto de 2009

HOMENAJE A SAN MARTÍN Y A DON BOSCO

Homenajeamos hoy a dos personajes entrañables para nosotros. Son hombres tan queridos como –a veces– cuestionados en su época, pero sin duda, dos claros ejemplos a seguir.

Ambos casi contemporáneos, supieron encarnar los más altos valores a los que un hombre puede aspirar: “honor”, “dignidad”, “justicia”, “igualdad”, “respeto”, “coraje”, “servicio”, “lealtad”, “verdad”, “generosidad”, “entrega”, “honradez”, “amor”, “libertad”.

Cuando el primero estaba en el esplendor de su gesta, el otro empezaba a caminar hacia la que sería su obra. Cuando éste estaba en lo mejor de su obra, el otro moría, y ambos en países vecinos. Uno, empobrecido y acompañado por unos pocos familiares. El otro rodeado de una familia inmensa que supo cosechar con su amor y su ternura, y su corazón siempre alegre. Eso sí: los dos enormemente cansados por su inagotable afán de trabajar y darlo todo por los demás.

Uno soñó desde muy joven con una Argentina libre y soberana. El otro tuvo miles de sueños y también soñó con nuestra Argentina –la que consideraba su segunda patria– y con un futuro mejor para sus habitantes, o al menos para los más necesitados.

Se los llegó a conocer como el santo de la espada, y el santo de la promoción humana.

El padre de la juventud y el padre de la patria.

No vamos a hacer aquí y ahora una reseña histórica de ninguno de los dos. En cambio, deseamos hacer un breve y sencillo homenaje.

Por eso quisiera destacar de estas dos figuras, algunos rasgos que los hicieron quienes fueron, y por los cuales son hoy recordados. Regalos que nos han dejado por herencia.

San Martín fue un excelente soldado. Militar convencido de que su vocación era estar al servicio de su pueblo. Junto a sus Granaderos y sus paisanos supo pelear cuerpo a cuerpo contra cuanto obstáculo se interpusiera en su camino en la búsqueda de la paz y la libertad de su gente.

Se lo recuerda con cariño y admiración por sus dotes de Comandante. Su ejercicio del gobierno aun hoy es admirado y estudiado, aunque, lamentablemente, no imitado. Fue un padre amoroso y un excelente esposo. Las crónicas de su tiempo lo describen como «un hombre de familia».

La libertad americana fue su obsesión; sin embargo, las luchas, las batallas y su campaña libertadora, no le impidieron transmitir a su hija Mercedes, y en ella a todos nosotros, el valor más importante de todos: el respeto por el prójimo.

Incomprendido muchas veces por sus pares, o por quienes tuvieron que haberlo apoyado, San Martín no cejó en su esfuerzo, logrando así la independencia para él tan anhelada, de Argentina, Chile y Perú.

Fue, sin dudas, un hombre cuya mirada cambio el rumbo de la historia, de nuestra historia. Su mirada de la realidad hizo fuertes a sus hombres, que sintieron su cálida compañía en las luchas diarias. La mirada que don José de San Martín tenía sobre los argentinos aun hoy ilumina nuestros pensamientos…

Don Bosco también tuvo que luchar muchas veces contra la corriente, también tuvo que soportar el peso de la incomprensión, también tuvo que atravesar sus momentos de soledad y angustia ante tanto trabajo por hacer y ante tantos proyectos que parecían frustrarse.

Frente a todo esto, San Juan Bosco será siempre recordado por su magnífica obra a favor de los niños y jóvenes más necesitados. Por haberse convertido en el Padre de cientos de chicos sin hogar, por haber velado por sus intereses, por sus necesidades, por su educación, por la libertad y la salvación de sus almas.

Al igual que San Martín, Don Bosco gastó su vida por los demás, y terminó sus días con la misma pasión con la que comenzó su obra, hoy extendida a todo el mundo.

Don Bosco encarnó los valores evangélicos, nos enseñó que se puede ser santo con sólo hacer bien y con alegría las cosas de todos los días. Nos demostró que todo se puede lograr con fe y una sincera devoción a María Auxiliadora y a Jesús Eucaristía.

Don Bosco también fue un hombre de una mirada cálida y serena, pero profunda; una mirada tierna, capaz de consolar las almas más afligidas; una mirada dulce, capaz de derretir los corazones más endurecidos. Y esa mirada se posó sobre los dirigentes de su tiempo, sobre los empleadores, sobre los que ostentaban el poder, para bregar a favor de sus hijos.

Y es gracias a estos dos extraordinarios hombres, que estamos hoy aquí. Y gracias a sus miradas hondas, que han trascendido el tiempo y el espacio, que supieron cruzar océanos y otear el futuro, que nos han contagiado el ardor de sus corazones y nos han atrapado.

Ojalá todos nosotros pudiéramos imitar sus virtudes, la entrega con la que dieron la vida por sus hermanos, el amor y, a la vez, el sacrificio que pusieron en sus emprendimientos.

Don Bosco quería que sus jóvenes fueran «Buenos Cristianos y Honrados Ciudadanos». No debería ser, para nosotros, tan difícil, teniendo en San Juan Bosco un excelente ejemplo de lo primero, y en Don José de San Martín, un inigualable ejemplo de lo segundo.

Vaya, entonces, para estos dos hombres sin par, para estos dos «regalos» que Dios nos dio, nuestro más sentido homenaje (que los alumnos de quinto grado han querido expresar en esta canción que cantarán a continuación) y nuestro aplauso…


Jorge Vencato

14 de agosto de 2009

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