Esa mañana brumosa, todo parecía terrible. La niebla tapaba los árboles y además, lejana, se divisaba la llanura de las nubes.
Casi imperceptible, allá, en la borrosa línea del horizonte.
El buen Braulio y su caballo Babasónico, que se creía bueno y noble, cabalgaban inquietos, temblorosos. Iban solos, abandonados a su propio destino.
La temible barranca que debían enfrentar, casi a oscuras, los paralizaba. No sabían si podrían subirla en las espesas sombras del amanecer. Pero ignoraban que la verdadera aventura empezaría arriba, en el pueblo Bochorno.
El pueblo Bochorno era feo y sucio, pero el jinete tenía que entregarle al alcalde una carta
de quién sabe quién.
Buscaron al alcalde pero no lo encontraron. La gente era muy rara, cuando el jinete y su caballo pasaban por las casas cerraban sus ventanas, etc. ¡ERAN MUY RAROS! Y luego de unas dos ó tres horas encontraron al alcalde y le dieron la carta. El dijo:-gracias Braulio-
Y el alcalde, que se llamaba Lucas, contó que esa carta se la había entregado su hermano, el de España.
-QUE RARO -dijo Braulio. Según Braulio se lo había dado un vagabundo; les contó a Braulio y a su caballo que era para su cumpleaños, y también nos contó que la gente era muy tímida. Y Braulio y su caballo volvieron a España y vivieron felices para siempre.
Emiliano Riva Palacios
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