Hace algunos años, siendo alumno del colegio, tuve la suerte de tener tres maravillosos maestros.
Recuerdo con mucho cariño y admiración a todos los maestros y maestras que fueron sembrando en mi vida: a Ana María (la maestra de primer grado -como la primera novia- nunca se olvida); Lucía; Isabel; Estela; Angélica y Josefina; Liliana, Sara y Dante; y Rodolfo y Oscar. Los recuerdo a todos. Pero muy especialmente a Dante, Rodolfo y Oscar.
Porque gracias a ellos hoy soy maestro. Porque cuando era sólo un niño de once años, ellos cautivaron mi corazón, como luego lo harían Don Bosco y Jesús.
Por eso, como este blog quiere ser -en este primer momento- homenaje a los maestros en su día, no quise dejar pasar la oportunidad de homenajearlos. Y de agradecerles.
La vocación es llamado de Dios, y ustedes tres fueron, para mí, sus intermediarios.
Como en principio esto iba a ser una revista, les pedí una pequeña colaboración. A continuación, transcribiré lo que vayan mandando.
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