lunes, 27 de julio de 2009

LA BRUJA FRULA Y SUS PODERES

Voy a contar, un cuento, donde los protagonistas, son: Una bruja muy, muy, muy fea, porque: tenía una cara y un físico, muy especial. En la cara, había granos de todos los colores: VERDES, AMARILLOS y hasta ROJOS; una verruga muy grande, en la punta de la nariz de la que salían pelos, unos ojos saltones y de mirada fija y de color oscuros, una boca, donde faltaban, los dientes y con aliento vomitivo cada vez que vociferaba y un pelo alborotado y además una joroba en la espalda.

Me pasó, que fui a la casa de mi tía, y como fui solo, me pase unas cuadras y al pasar por una casa destruida, sentí un olor asqueroso y unos gritos y me paré a ver qué pasaba. En ese momento, se asoma por una ventana la bruja, que después me entero que se llamaba "Frula".

Me llamó con su mano y yo entré en la casa, allí me encontré con algunos objetos muy extraños, por ejemplo: un pájaro embalsamado colgando del techo de la casa, velas de todos los colores, calaveras colgadas de la puerta, un búho que me miraba y giraba la cabeza asustándome.

¿Pero qué fue lo peor? En el medio de la pieza, había una cacerola gigante, con agua hirviendo.

Mientras hablaba conmigo iba colocando los ingredientes de una receta: lo primero que hizo, colocó dientes de dragón molido y un ojo de sapo, en la olla y cocinó todo, mientras revolvía, con una gran cuchara de madera.

Luego, a los diez minutos agregó alas de murciélago, pata de lechuza, telas de araña, escamas de serpiente, aguas vivas, alas de mosquito, sal, harina y papas, luego agregó para marinar barro de pantano.

Lo dejó 40 minutos en la cacerola y finalmente, le puso unos asquerosos y viscosos gusanos. ¿Pero qué fue lo peor?... el agregado de un chico, que pedía auxilio.

Como yo estaba adentro, no sabía que hacer, ya que si ayudaba al niño, yo iba a correr igual suerte.

Aproveché que la bruja estaba cocinando, le dí una patada, ayudé a escapar al niño y me quedé solo con la bruja que estaba furiosa y ahí me dí cuenta de lo que podía hacer.

Entonces, me podía transformar en algún animal. Me escondí detrás de un sillón muy viejo. Luego de un rato, la bruja, se cansó de buscarme y desapareció por una puerta y yo, aprovechando que la bruja no estaba, traté de escapar.

La puerta rechinaba, entonces me oiría salir. Encontré aceite y se lo puse a la puerta.

También vi un pulóver y un cepillo y me lo llevé. Salí por la puerta y pude escapar, pero me dí cuenta de que no estaba solo, porque la bruja me había oído y me seguía. Yo tiré el pulóver, que se convirtió en un mar gigante. La bruja que venía atrás, no pudo seguirme por lo tanto, fue para su casa, para buscar una escoba mágica.

Tiré el cepillo, que se convirtió en un árbol gigante, que la bruja no pudo sobrevolar. Nunca más, supe de la bruja.

Después de un tiempo, me enteré que la bruja, cocinaba chicos, convertía humanos en animales, tenía poderes mágicos y hacía pociones.

Todo esto que conté, me deja una lección: No debo, aunque me llamen, entrar a casa de desconocidos.

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